La primera impresión que Gemma tuvo de la Academia Spence no podía ser peor. Quizá la joven estuviera afectada por la tristeza y su característico mal humor, pero había algo especialmente siniestro en aquel enorme edificio que lo asemejaba más a una mansión de fantasmas que a la selecta institución británica para señoritas que debía representar.
Una curiosa percepción que no tardaría en revelarse como el primer paso hacia un extraño mundo sobrenatural.