Tan metafórico como siempre, pero más explícito que nunca en las escenas eróticas, este nuevo Nabokov nos muestra al gran escritor en plena posesión—en pleno disfrute, habría que decir—de su talento creador, calibrando matices, midiendo efectos, mezclando astutamente lo trágico y lo cómico, el horror del pecado y el picante de la farsa, construyendo una trama perfecta, arrastrando al lector y cautivándole con el hechizo y la magia de las palabras.
El hechicero ha sido felizmente rescatado de entre sus papeles por su hijo Dmitri, quien la ha traducido del ruso. Ya el propio Vladimir Nabokov se propuso publicarla, pero la redacción deAda y su traducción deEugene Onegin le apartaron de este proyecto. Sólo ahora, pues, aparece esta «nouvelle», que entra por derecho propio en el canon de las mejores obras de este autor. Pues se trata, sin la menor sombra de duda, de una obra maestra.