Allyson Valentine


¡Soy escritora! Y una mamá. Y esposa. Yo cocino, retozo con el perro, limpio el gato vomitando de la alfombra. Tengo el pelo y los ojos castaños y suelo usar anteojos porque los contactos me pican los ojos.

Me mudé a Issaquah, Washington desde Nueva York porque descubrí que todos los fines de semana me despertaba con hambre para escapar de la ciudad y llegar al bosque. Crecí jugando en un arboreto en Connecticut y siempre he encontrado que los árboles, la tierra y los helechos son los amigos más relajantes que una niña puede tener. Pensé que tenía que haber un lugar donde pudieras despertar en compañía de árboles y soledad y aún estar a poca distancia en auto de una ciudad fresca. Después de un breve desvío a Nueva Zelanda, terminé aquí, donde mi casa se encuentra a poca distancia de los senderos hacia las montañas, donde deambulo a pie o en bicicleta de montaña. También estoy caminando a Issaquah Creek, donde el salmón más grande que mi brazo viene a desovar. En serio, es un lugar increíblemente genial para vivir.

Trabajé haciendo cosas de tecnología, pero cuando llegaron mis hijos me encontré contando historias. Todo el tiempo. Comencé a preguntarme cuál era la diferencia entre la narración oral y escrita y comencé a tomar clases de escritura. Publiqué en revistas para niños. Publiqué libros de no ficción. Seguí tomando clases de escritura. Hice un programa de certificación en la Universidad de Washington. Completé una Maestría en Bellas Artes en Escritura para Niños y Adultos Jóvenes en el Vermont College of Fine Arts. Y comencé a escribir novelas.

Para mí, escribir es una terapia. Cuando el mundo se derrumba a mis pies, puedo sentarme con mi computadora portátil o mi diario e irme a un mundo donde las cosas son mejores, o al menos diferentes. Y cuando mi propio mundo se siente mundano, mi escritura me lleva a un lugar donde hay MUCHO más diversión. Cuando la vida es un cuenco lleno de cerezas rojas maduras, escribir me trae una profunda sensación de paz y logro. Incluso si lo que acabo de escribir resulta, tras una reflexión posterior, que apesta totalmente. La alegría está en el acto de escribir.