No es fácil para mí acertar con las motivaciones que un buen día, allá por el año 1977, me arrastraron a investigar y escribir sobre la imagen de la Virgen de Guadalupe en México. En uno de mis viajes por América leí la "noticia" del descubrimiento en los ojos de la imagen de la Señora de Guadalupe de una figura humana.
Para ser exactos, el hallazgo de un "hombre con barba" en el ojo derecho de la imagen que --de forma misteriosa-- quedó impresa en la tilma o manta de un indio llamado Juan Diego el 12 de diciembre de 1531. Aquella "noticia" se me antojó tan descabellada y sensacional a un mismo tiempo que acepté el reto y me entregué por entero al esclarecimiento de aquel suceso. »¿Qué significa todo esto? ¿Ante qué nuevo reto se enfrentaba la ciencia?
Durante meses me he entregado en cuerpo y alma a la investigación de este singular misterio. »Que el lector saque sus propias conclusiones sobre lo que, en mi opinión, constituye uno de los enigmas más asombrosos del siglo XX.»